En
entradas anteriores os he hablado de cómo durante el confinamiento aproveché
para reencontrarme con la acuarela.
Después de muchísimos años de abandono, el volver a retomarla me ha dado muchas
satisfacciones.
Entre
otras cosas, gracias a la acuarela me he encontrado con un grupo de personas con las mismas inquietudes, que aman la acuarela
y para las que esta técnica de pintura se ha convertido en una parte importante
de sus vidas. Yo creo que ya vamos por el mundo viéndolo todo con ojos de acuarela: todo es susceptible de ser
convertido en una nueva obra de arte.
Este
grupo tan apañado que hemos creado surgió gracias a las clases de acuarela en directo a través de Instagram de Virginia Higuero. Ella ha sido capaz de
hacer que creamos en nuestro potencial
y de darnos ese empujón que a muchos nos
faltaba para darle movimiento a los pinceles.
Después
de haber hecho muchas de las acuarelas de los directos de Virginia, en los que
vamos pintando al mismo tiempo que ella, siguiendo sus indicaciones, un día
tuve una idea. Se me ocurrió hacer un experimento:
hacer una de las acuarelas yo sola,
sin seguir sus explicaciones, antes de que ella lo hiciera, guiándome tan solo
por la imagen que ella siempre nos deja unos días antes del directo. Y después
de hacer mi versión, volver a repetir
haciéndola nuevamente siguiendo la clase.
Se
me ocurrió hacer el experimento con la primera de las acuarelas de este curso. El
modelo a pintar era uno de los torreones del Fuerte de San Felipe, en San
Juan de Puerto Rico.
Así que antes de ver el directo de Virginia, hice mi versión, que resultó de esta manera:
Y
varias semanas después, conseguí encontrar el momento para volver a hacerla de
nuevo, esta vez siguiendo el directo de
Virginia en diferido, ya que sus clases se quedan guardadas en su cuenta de
Instagram.
Este
ha sido el resultado de seguir la clase de Virginia:
Aquí os enseño las dos juntas, para que se vean mejor las diferencias:
¿Qué
os han parecido? ¿Cuál os ha gustado más? La que he hecho a partir del directo
tiene más contrastes y creo que la torre ha quedado con más volumen, ¿verdad?
Me
ha encantado experimentar con la acuarela. Y comprobar cómo cada persona tiene
una forma diferente de acometer un mismo
proyecto. Es lo bonito del arte y de la vida, que cada uno le pone su
impronta y nunca habrá dos obras iguales.
Es más, incluso siguiendo las clases de Virginia, no hay dos acuarelas que se
parezcan lo más mínimo, cada una tiene su toque personal.
Besos y hasta la próxima entrada.
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